Actuación en el bosque vivero del perejil.

El pasado sábado como ya sabéis estuvimos en el bosque vivero del perejil.
Sembramos unos árboles y realizamos labores de poda.
Aquí tenéis unas fotos.






ASCENSIÓN A “NUEVO MUNDO”

A las ocho y media de la mañana corría una brisa fresca en la plaza del pueblo, había ya una gran cantidad de gente, entre corredores, organizadores, personal de protección civil, curiosos, etc. El ambiente era de nerviosismo general, pues todo debería estar a punto en el momento en que dieran comienzo las carreras. Los corredores estiraban y calentaban sus músculos, los organizadores ultimaban los detalles para que todo transcurriese sin percances, se repartían los puestos de control y avituallamiento a lo largo del recorrido, hasta que, por fin, a eso de las nueve menos cuarto, nos pusimos en marcha con el coche lleno de todo tipo de señalizaciones, botellitas de agua, de “acuaruis” y de barritas energéticas, hacia el punto donde deberíamos colocarnos en el recorrido: “la cuesta del Rano”.

El día estaba gris, con grandes nublos que amenazaban lluvia y, conforme íbamos ascendiendo por la pista que conduce al lugar del puesto, el frío se hacía cada vez más intenso. Cuando llegamos al lugar, tras una travesía algo accidentada, pues la noche anterior estuvo lloviendo durante algunas horas y en varios tramos se hizo necesario emplear a fondo el 4x4 con la reductora a tope.

Al llegar al cruce que va hacia la cuesta del Rano, a un par de kilómetros más o menos de la meta, donde las carreras de ciclistas y corredores de a pié se separan antes de la llegada, aparcamos el coche y nos dispusimos a colocar señalizaciones y lo necesario para el avituallamiento de los corredores. Pero al abrir las puertas, un viento fuerte y frío nos dejó paralizados durante unos instantes, un viento de esos que te cortan la tez, te agrieta los labios y te invita sin ningún tipo de delicadeza a volver al interior del coche y ver los toros desde la barrera.¡ Parece mentira que todos los años me pase lo mismo y, viendo que en el pueblo no hace un frío glacial, me subo a la sierra sin el abrigo pertinente!.

La carrera tiene un recorrido de unos 17 kilómetros para los corredores que la hacen a pié y algunos más para los ciclistas. La salida está en la plaza del pueblo y es prácticamente todo el recorrido cuesta arriba, salvando un desnivel de unos 1400 metros. Atraviesa todo el pueblo desde la plaza hasta el arroyo de Celín y entra en la sierra por la vereda llamada “los Borondos”, durísima en sus primeros metros para los corredores, pues en ellos sube mucho en poca distancia. Luego se suavizan algo las rampas hasta llegar a “Clavero”, desde donde se vuelven a endurecer hasta “los Cabañiles” y “Fuente Alta” y, desde allí, sin dejar de subir hasta nuestro puesto y las antenas de “Nuevo Mundo”. Todo el recorrido transcurre por veredas estrechas en su mayoría y algunos tramos de pista forestal. Conforme se va subiendo, la vegetación se hace mas exuberante a media altura y se convierte en espartales y matas rasas para aguantar nieves y fuertes vientos al llegar arriba. Las vistas que ofrece el recorrido también van cambiando, pasando de un bosque típicamente mediterráneo de pinares y multitud de plantas aromáticas, entre las que destacan: el romero, el tomillo y algunas plantas de lavanda que, junto con la tierra mojada de la noche anterior proporcionaban al recorrido toda una gama de olores que lo hacían especialmente gratificante de hacer. Más arriba, una vez pasado el cruce de Clavero, la vegetación cambia y empiezan a aparecer gran cantidad de encinas mezcladas con el pinar, hasta llegar a Fuente Alta, a partir de donde la vegetación se hace más propia de la alta montaña, con pinos atormentados en sus ramas y troncos por el peso de las nieves y los fuertes vientos y una cantidad de variedades de matorrales tupidos, casi inexpugnables y muy pegados al suelo.

El paisaje que ofrece el recorrido de la carrera también es muy variopinto, pues va desde, una arboleda en la que se mezclan especies de hoja caduca, ya amarilleada por el otoño, con otras de hoja perenne a la altura del arroyo de Celín, bosques de pinos cerrados que apenas dejan ver solamente el camino, hasta lugares donde el horizonte se abre casi hasta el infinito ofreciendo unas maravillosas vistas del mar y los campos de EL Ejido hacia un lado y las cumbres blanqueadas de Sierra Nevada hacia el otro. Mientras el día estaba nublado, no se distinguía bien desde allí arriba dónde acababa el mar de invernaderos y donde comenzaba el mar Mediterráneo, lo que daba la sensación de estar corriendo por el mismísimo borde del fin del mundo.

En definitiva, se puede decir que se trata de una carrera realmente dura pero infinitamente bella, de las que gusta correr porque, haga el tiempo que haga, siempre dejan buen sabor de boca y esa gratificante sensación de que el sufrimiento experimentado en la misma ha merecido la pena.

Más o menos a la hora y media de permanecer en nuestro puesto de control, salió el sol, amainó algo el viento y comenzaron a aparecer los primeros ciclistas, con síntomas de cansancio, las caras tapadas por el frío y el alivio de divisar desde ese punto la meta, aunque les quedaban todavía unos cuatro kilómetros de subida. Un poco más tarde, aparecieron los primeros corredores de a pié, con gestos crispados por el esfuerzo, por el dolor, sudorosos pese al frío que hacía, sin casi poder hablar para pedir agua, algunos con dolorosos calambres en las piernas, pero todos ellos con ese brillo en los ojos de la satisfacción que produce el haber llegado hasta el final, haberse superado a sí mismos y a la montaña. Hasta a mí mismo hubo momentos en los que casi se me saltan las lágrimas. Son todos ellos un ejemplo de superación realmente admirable, un ejemplo para todos nosotros, los que allí estuvimos y los que no.

















Una vuelta por la Estrella

Como muchos sabréis ya, el pasado día 16 comenzó en Sierra Nevada una actividad que organizamos desde la Asociación “El Valle” y que duró un par de días. Consistió la cosa en hacer una ruta que une la de “La Estrella” con la “Cuesta de los Presidiarios”, haciendo noche en un refugio de montaña que se encuentra a pocos metros del final de la citada “cuestecita”.

Pasaremos a haceros un pequeño relato de cómo se desarrolló la actividad.

Algunos de los que participamos nos presentamos en el lugar de la salida la noche anterior e hicimos una especie de vivac, lo que nos dio la oportunidad de una espléndida velada al aire libre y de experimentar el “fresquete” nocturno que hace ya en estas fechas a esas alturas (unos 1200 m.). Ni que decir tiene que el frío lo notamos cuando empezó a amanecer, ya que por la noche tomamos las “medidas” necesarias para acostarnos calentitos: unas buenas viandas, una buena charla y una no menos buena cantidad de cerveza.

A la mañana siguiente, la salida estaba programada para las diez pero algunos de los participantes en la actividad se retrasaron y la cosa se demoró aproximadamente una hora. Así que, a las 11’15 nos pusimos en marcha con nuestras mochilas bien llenas y muchísimas ganas. El día era esplendido, soleado y con una atmósfera limpia, lo que nos vino de maravilla a la hora de empezar a andar pues rápidamente entramos en calor y pudimos quitarnos el frío que a algunos nos tenía ateridos. El primer tramo del recorrido se hace muy gustoso porque es una subida suave que transcurre entre robles y castaños dibujando un paisaje otoñal de colores pardos muy contrastados con los verdes oscuros de los árboles de hoja perenne, ¡una verdadera gozada! Más o menos en la mitad de este recorrido de unos 5 kilómetros, nos encontramos con el llamado “Castaño Abuelo”, un impresionante árbol con un tronco inabarcable y lleno de los surcos y arrugas que la larga vida nos termina obsequiando a todos. Más tarde se llega a un lugar donde el camino se bifurca, dando la posibilidad de seguir la ruta de la estrella o desviarse y, bajando al barranco, cruzar el río por el “puente del burro” para enfilar la cuesta de los presidiarios. Es esta una rampa de unos 3 kilómetros que sube un desnivel de 450 metros sin el más mínimo respiro. Quizá por esta razón, los que ya se conocían el asunto propusieron tomar un tentempié y llenar las cantimploras de agua fresca en el río antes de empezar a subir. ¡Sabia decisión! ¡vive Dios! porque la subidita se las trae, es un verdadero rompe piernas, sobre todo si vas cargado. De manera que esta fue la primera ocasión en la que el grupo se estiró lo suficiente como para que algunos llegáramos arriba con casi una hora de diferencia con los más rezagados. En toda la cuesta la vegetación cambia bastante, ya que se trata de pinares de repoblación con muchos años, entre los que de vez en cuando, se metía una brisilla que refrescaba satisfactoriamente mientras acometíamos el esfuerzo de la subida pero, que te dejaba helado si parabas.

Más o menos a las 15’30 llegamos al final de la cuesta, nos reagrupamos y nos dispusimos a dar el tirón final hasta el refugio “de la Cucaracha”, al que llegamos sobre las cuatro de la tarde. Tuvimos suerte porque, al llegar, solamente había un montañero en el lugar y otro que prácticamente llegaba con nosotros. Los dos amantes de la montaña, tipos fibrosos, duros y de piel curtida, de los que les gusta andar solos por el monte sin hacer ruido, de los que van para encontrarse a sí mismos o para alejarse de lo de sí mismos que no les gusta, de esas personas con las que se tienen largas conversaciones llenas de elocuentes silencios. Tan así eran que cuando nos vieron llegar, decidieron abandonar el refugio y dormir al aire libre.

Nosotros, unas 18 o 20 personas, no lo recuerdo bien, ocupamos casi por completo el lugar, nos acomodamos, comimos y nos dispusimos a pasar la tarde más relajados. Algunos nos fuimos a por agua a un barranco cercano, donde se encuentra otro refugio más pequeño llamado “de Aceral” y que también se hallaba vacío, pero en el que no cabíamos cómodamente. Este recorrido de un par de kilómetros entre la ida y la vuelta, nos ofrece unas impresionantes vistas de los picos más elevados de Sierra Nevada: El Mulhacén y La Alcazaba, que ya estaban nevados en sus cumbres, y de todos los barrancos que desembocan en la ruta de la Estrella. Es un lugar para respirar hondo, hincharse los pulmones de aire puro y reflexionar, para darnos cuenta de lo pequeños que somos ante la grandiosidad de una naturaleza en estado puro y, de paso, tomar conciencia de la necesidad imperiosa que cada uno de nosotros tenemos, desde nuestra pequeñez, de hacer lo posible por conservar esta y otras maravillas de nuestro patrimonio natural. Fue en resumen, una tarde de descanso, de juegos improvisados, de gratos momentos en compañía y edificantes momentos de soledad.

Al caer la noche llegaron algunos montañeros más que se acomodaron como pudieron en el refugio. Nuestro grupo comenzó a reunir viandas para la cena (resulta increíble la cantidad de cosas que lleva esta gente en las mochilas), realmente fue una opípara cena en la que no faltó de nada, buenos vinos incluidos.

La chimenea que tiene este refugio no tira bien y no pudimos encenderla sin riesgo de quedar totalmente ahumados pero, el calor humano que se desprendía de la ocupación total del lugar hizo que no pasásemos el más mínimo frío en toda la noche.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano y, tras tomar el desayuno nos dispusimos a completar la vuelta por el barranco del Aceral para bajar al final de la ruta de la Estrella donde se encuentra el puente del río Real, que estaba derruido por una fuerte avenida de agua, lo que supuso cruzarlo dando saltos por las piedras. No cayó nadie al agua, pero estuvo muy cerca, y os podemos asegurar que el agua estaba fría hasta el punto de no aguantar más de un minuto con los pies metidos en ella. A partir de este lugar, el recorrido de vuelta al punto de partida es más largo que lo hasta ahora andado, pero casi todo cuesta abajo y cómodo, para hacerlo relajado. Así que sobre las dos y media de la tarde ya estábamos junto a los coches tras haber estado andando toda la mañana tranquilamente, haciendo paradas y cruzándonos con multitud de excursionistas que hacen la vereda de la Estrella sin pasar noche en la montaña. Hay acabó nuestra actividad, todos llegamos bien, por fuera algo más sucios que cuando salimos pero, por dentro, os puedo asegurar que mucho más limpios.

Os esperamos en nuestra próxima actividad, seguro que no os arrepentiréis nunca. J.L.
Aqui os dejo unas fotos.
























































































































Música Contra el Cambio Climático III






El próximo sábado 5 de Junio en las pistas del colegio Luis Vives de Dalias, organizaremos el concierto "Música Contra el Cambio Climático III". Se trata de la tercera edición de un acto cultural que realizamos para concienciar a la población de la realidad del cambio climático. A las 20:00 tendremos taller medioambiental, taller de pintura y juegos diversos. Mas tarde a las 22:00 comenzara el concierto con la actuación de los siguientes grupos: Mangas Verdes, Loudly Band, Ácido Sulfúrico, Estrella sin Luz, Insoundnio y Eskombro. ¡¡ No te lo pierdas !!, ven y pasaras una noche fantástica.

Arreglos en el arroyo de Celin:

Estos fines de semana pasados hemos ido al arroyo,
para arreglar los desperfectos ocasionados por las lluvias,
limpiar, y resembrar.