Una vuelta por la Estrella

Como muchos sabréis ya, el pasado día 16 comenzó en Sierra Nevada una actividad que organizamos desde la Asociación “El Valle” y que duró un par de días. Consistió la cosa en hacer una ruta que une la de “La Estrella” con la “Cuesta de los Presidiarios”, haciendo noche en un refugio de montaña que se encuentra a pocos metros del final de la citada “cuestecita”.

Pasaremos a haceros un pequeño relato de cómo se desarrolló la actividad.

Algunos de los que participamos nos presentamos en el lugar de la salida la noche anterior e hicimos una especie de vivac, lo que nos dio la oportunidad de una espléndida velada al aire libre y de experimentar el “fresquete” nocturno que hace ya en estas fechas a esas alturas (unos 1200 m.). Ni que decir tiene que el frío lo notamos cuando empezó a amanecer, ya que por la noche tomamos las “medidas” necesarias para acostarnos calentitos: unas buenas viandas, una buena charla y una no menos buena cantidad de cerveza.

A la mañana siguiente, la salida estaba programada para las diez pero algunos de los participantes en la actividad se retrasaron y la cosa se demoró aproximadamente una hora. Así que, a las 11’15 nos pusimos en marcha con nuestras mochilas bien llenas y muchísimas ganas. El día era esplendido, soleado y con una atmósfera limpia, lo que nos vino de maravilla a la hora de empezar a andar pues rápidamente entramos en calor y pudimos quitarnos el frío que a algunos nos tenía ateridos. El primer tramo del recorrido se hace muy gustoso porque es una subida suave que transcurre entre robles y castaños dibujando un paisaje otoñal de colores pardos muy contrastados con los verdes oscuros de los árboles de hoja perenne, ¡una verdadera gozada! Más o menos en la mitad de este recorrido de unos 5 kilómetros, nos encontramos con el llamado “Castaño Abuelo”, un impresionante árbol con un tronco inabarcable y lleno de los surcos y arrugas que la larga vida nos termina obsequiando a todos. Más tarde se llega a un lugar donde el camino se bifurca, dando la posibilidad de seguir la ruta de la estrella o desviarse y, bajando al barranco, cruzar el río por el “puente del burro” para enfilar la cuesta de los presidiarios. Es esta una rampa de unos 3 kilómetros que sube un desnivel de 450 metros sin el más mínimo respiro. Quizá por esta razón, los que ya se conocían el asunto propusieron tomar un tentempié y llenar las cantimploras de agua fresca en el río antes de empezar a subir. ¡Sabia decisión! ¡vive Dios! porque la subidita se las trae, es un verdadero rompe piernas, sobre todo si vas cargado. De manera que esta fue la primera ocasión en la que el grupo se estiró lo suficiente como para que algunos llegáramos arriba con casi una hora de diferencia con los más rezagados. En toda la cuesta la vegetación cambia bastante, ya que se trata de pinares de repoblación con muchos años, entre los que de vez en cuando, se metía una brisilla que refrescaba satisfactoriamente mientras acometíamos el esfuerzo de la subida pero, que te dejaba helado si parabas.

Más o menos a las 15’30 llegamos al final de la cuesta, nos reagrupamos y nos dispusimos a dar el tirón final hasta el refugio “de la Cucaracha”, al que llegamos sobre las cuatro de la tarde. Tuvimos suerte porque, al llegar, solamente había un montañero en el lugar y otro que prácticamente llegaba con nosotros. Los dos amantes de la montaña, tipos fibrosos, duros y de piel curtida, de los que les gusta andar solos por el monte sin hacer ruido, de los que van para encontrarse a sí mismos o para alejarse de lo de sí mismos que no les gusta, de esas personas con las que se tienen largas conversaciones llenas de elocuentes silencios. Tan así eran que cuando nos vieron llegar, decidieron abandonar el refugio y dormir al aire libre.

Nosotros, unas 18 o 20 personas, no lo recuerdo bien, ocupamos casi por completo el lugar, nos acomodamos, comimos y nos dispusimos a pasar la tarde más relajados. Algunos nos fuimos a por agua a un barranco cercano, donde se encuentra otro refugio más pequeño llamado “de Aceral” y que también se hallaba vacío, pero en el que no cabíamos cómodamente. Este recorrido de un par de kilómetros entre la ida y la vuelta, nos ofrece unas impresionantes vistas de los picos más elevados de Sierra Nevada: El Mulhacén y La Alcazaba, que ya estaban nevados en sus cumbres, y de todos los barrancos que desembocan en la ruta de la Estrella. Es un lugar para respirar hondo, hincharse los pulmones de aire puro y reflexionar, para darnos cuenta de lo pequeños que somos ante la grandiosidad de una naturaleza en estado puro y, de paso, tomar conciencia de la necesidad imperiosa que cada uno de nosotros tenemos, desde nuestra pequeñez, de hacer lo posible por conservar esta y otras maravillas de nuestro patrimonio natural. Fue en resumen, una tarde de descanso, de juegos improvisados, de gratos momentos en compañía y edificantes momentos de soledad.

Al caer la noche llegaron algunos montañeros más que se acomodaron como pudieron en el refugio. Nuestro grupo comenzó a reunir viandas para la cena (resulta increíble la cantidad de cosas que lleva esta gente en las mochilas), realmente fue una opípara cena en la que no faltó de nada, buenos vinos incluidos.

La chimenea que tiene este refugio no tira bien y no pudimos encenderla sin riesgo de quedar totalmente ahumados pero, el calor humano que se desprendía de la ocupación total del lugar hizo que no pasásemos el más mínimo frío en toda la noche.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano y, tras tomar el desayuno nos dispusimos a completar la vuelta por el barranco del Aceral para bajar al final de la ruta de la Estrella donde se encuentra el puente del río Real, que estaba derruido por una fuerte avenida de agua, lo que supuso cruzarlo dando saltos por las piedras. No cayó nadie al agua, pero estuvo muy cerca, y os podemos asegurar que el agua estaba fría hasta el punto de no aguantar más de un minuto con los pies metidos en ella. A partir de este lugar, el recorrido de vuelta al punto de partida es más largo que lo hasta ahora andado, pero casi todo cuesta abajo y cómodo, para hacerlo relajado. Así que sobre las dos y media de la tarde ya estábamos junto a los coches tras haber estado andando toda la mañana tranquilamente, haciendo paradas y cruzándonos con multitud de excursionistas que hacen la vereda de la Estrella sin pasar noche en la montaña. Hay acabó nuestra actividad, todos llegamos bien, por fuera algo más sucios que cuando salimos pero, por dentro, os puedo asegurar que mucho más limpios.

Os esperamos en nuestra próxima actividad, seguro que no os arrepentiréis nunca. J.L.
Aqui os dejo unas fotos.